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Negociaciones – C
«Qu-…..»
Quizás debido a que era algo inesperada mi firme negativa, Julio por unos momentos se quedó sin palabras. Sin embargo, inmediatamente habló con una manifiesta ira grabada su cara:
«Bastardo, ¿acaso estás loco? ¿Crees que puedes escapar indemne de desafiar la Declaración de la Humanidad?»
«Eso no es algo que alguien como tú pueda decir. Invadiste Efrieden, y luego, cuando por el contrario os invadieron, comenzasteis a decir: «¡no hay cambios fronterizos con poder militar!». Por eso, tu razonamiento no tiene sentido.»
«Eso es… Todo fue un acto arbitrario del anterior Príncipe Ga-…»
«Sabes que esas palabras son solo excusas, ¿verdad?»
Cuando le hice la pregunta, las palabras se le atragantaron.
«…Digas lo que digas, no cambia el hecho de que estás ocupando Van. Yo, en calidad de gobernante de este país, tengo que liberar a mi pueblo.»
Así que se opuso. Pero eso de liberarse de una ocupación, sí…
«¿Acaso esto es lo que los ciudadanos de Van desean?»
«¿Qué?»
«Julio-dono, mientras te dirigías aquí ¿no te diste cuenta de cómo lucen los edificios y las casas?»
Julio se quedó asombrado de mi pregunta, aunque inmediatamente respondió mientras fruncía el ceño.
«Van es la ciudad donde nací. Estoy más familiarizado con ella que alguien como tú.»
«¿Si es eso así… Entonces, ¿qué color tiene esa Van ahora según tu punto de vista?»
«¿Color? Si se trata de los edificios con colores de mal gusto en las paredes o techos, vi a varios de ellos, ¿y qué?»
«…Bueno, yo no despreciaría el sentido de arte de uno, pero dejando eso de lado, Julio-dono, si están bajo tal “ocupación”, ¿por qué aquellos ciudadanos que se encuentran luchando en teoría con esa opresión tiránica pintan las paredes de colores tan llamativos?»
Sin rivalidad alguna, se lo expliqué de manera muy amable y detallada.
«Si el déspota impone su poder absoluto a los ciudadanos, estos no harían algo que atrajera la mirada de dicho déspota, ¿verdad? Dado que los habitantes no sabrían qué tipo de calamidad recaería sobre ellos si hicieran algún acto llamativo que pudiera atraer la atención del gobernante en cuestión. Así pues, los ciudadanos bajo un gobierno tiránico no expresarían de ningún modo su descontento, no dejarían que sus actitudes mostraran sus emociones, y guardarían sus verdaderas opiniones en los rincones más profundo de sus corazones. Por lo que algo así como pintar con colores sus paredes y techos sería algo que absolutamente no harían, ¿no crees?»
En este punto, momentáneamente detuve mis palabras, mirándole directamente a los ojos al continuar mi explicación.
«Sin embargo, ¿qué color tenía esa Van cuando gobernabais la ciudad?»
«¡Eso es…!»
Julio dudó en lo que decir. Bueno, por supuesto… Cuando me adentré por primera vez a dicha ciudad el color que vi en el paisaje urbano fue el gris. Los edificios que se alzaban en los distritos laberínticos eran solo casas con paredes grises cenizas y techos de tierra marrón, sin ningún fragmento individualidad. La uniformidad en el color, aun cuando no se había impuesto una estandarización, podía ser por culpa de la falta de libertad.
«La Van que gobierno ahora y la que gobernabais antes, como es de esperar ¿cuál parece ser la ciudad ocupada?»
«Bastardo, ¿acaso nos acusas de ser déspotas tiránicos?»
«Es un hecho, ¿verdad? La mayor parte de vuestro presupuesto nacional se destinaba al sector militar, ¿no…? Ah, y también para la decoración de este castillo, ¿verdad? A pesar de que los impuestos que las personas pagaban debería haber sido utilizado esencialmente para el bienestar de la población, la realidad distaba de ser así. No para sustentar la ciudad, no para mantener las carreteras, no para promover la industria, sino que esos fuertes impuestos se destinaran a la milicia, ¿no es eso digno de estúpidos?
«¡Cierra el pico!»
«¡Basta, Julio-dono!»
Jeanne detuvo a Julio, ya que parecía querer acercarse a mí. Al haber sido detenido tan solo a medio paso, apretó los dientes con frustración. Y aunque no se les había permitido llevar armas a la audiencia, si Jeanne no lo hubiera detenido, tal vez me hubiera lanzado un hechizo mágico. y si eso hubiera sucedido, podríamos haberlo atacado bajo la justificación de autodefensa, pero… No es el momento adecuado.
«Aisha, deberías soltar la mano de la empuñadura, también.»
«…Sí.»
Se lo recordé a mi guardiana, que se encontraba diagonalmente detrás de mí mientras emitía una fuerte sed de sangre. Había respondido con el tono abatido que hace un niño cuando acababa de ser regañado. No te preocupes, Aisha, no le he hecho caso. Aun si el oponente, Julio, actuaba todo alto y poderoso, me sentía seguro ya que Aisha me protegía. Por lo que Jeanne suspiró y me ofreció su honesta opinión.
«Rey Souma…. Me gustaría que dejaras de incitar a Julio-dono.»
«Me limito a decir la verdad. La economía trata de administrar las tierras y proporcionar alivio a los ciudadanos… y a pesar de que esa es la imagen ideal de un gobernante, vuestro gobierno, que desperdiciaba todo los fuertes impuestos para gastos militares, era claramente despotismo tiránico.»
«¡Y de quién es la culpa! ¡Sois vosotros, bastardos, lo que nos habéis robado nuestras tierras ancestrales!»
«Así que esto de nuevo…»
Julio repitió con su insistencia constante, por lo que suspiré.
«Aunque la familia real amidoniana haya estado gritando venganza contra Elfrieden en cada oportunidad que se le aparecía, ese incidente ocurrió hace 50 años, ¿no? Por no mencionarlo, pero incluyendo a Gaius, no sois las personas directamente relacionadas con aquel evento. Además, soy alguien quien ha llegado aquí no hace mucho tiempo. Así pues, ¿por qué me guardas tanto rencor?»
«¡Eso es…!»
«Ah, y por favor, olvídate de eso de “han matado a Gaius y ocupado Van”. Los que empezaron esto en primer lugar fuisteis vosotros. Al fin y al cabo, si no hubiera matado a Gaius, habría sido yo quien hubiera resultado asesinado.»
«Kugh……»
«Qué, no has podido encontrar algo que decir, ¿verdad? No tienes razón alguna para resentirte al fin y al cabo.
O más bien… El que ha recibido los verdaderos agravios ha sido el Reino.
«Hakuya.»
«Sí, Su majestad.»
Cuando le di la señal, sacó un papel enrollado y se lo entregó a Julio y Jeanne. Lo que estaba escrito en dicho papel eran nombres de varias personas. Después de leerlo, Jeanne inclinó su cabeza, confundida, pero Julio se puso pálido.
«Esto es… ¿Qué significa?»
Jeanne preguntó a Hakuya, quien luego respondió mientras hacía una reverencia respetuosa.
«Los nombres escritos en este documento son los de los nobles dentro del Reino de Elfrieden que habían sido, por el Principado de Amidonia, agitados en contra de la familia real. Entre estos están las personas que estuvieron involucradas en la rebelión fallida durante el reinado del Rey anterior. Amidonia los agitó, avivó la insurrección, instigó la corrupción e incitó una actitud no cooperativa.»
«Vaya, vaya…»
Al recibir la fría mirada lanzada por Jeanne, la boca de Julio se cerró con fuerza mientras bajaba la cabeza. Había hecho que Hakuya investigara sobre aquellos que instigaron a los Tres Duques (bueno, al final la rebelión falló). Pero guau, cuántos instigadores se encontraban aquí y allá. Entre los nombres de la lista, podía ver aquellos nobles que habían cometido corrupción, pero a su vez encontré los que no participaron en la batalla y simplemente decidieron esperar y ver.
«¿Entiendes, Jeanne-dono? Mientras simulaban cooperar en la Declaración de la Humanidad, el Principado de Amidonia hacía maniobras secretas a vuestras espaldas. Esta es la venganza contra el Reino de la que siempre hablaron.»
«Esa venganza también, al final, es algo que adoptaron por sus propias comodidades.»
Continuando con lo que Hakuya había dicho, proferí mientras miraba a Julio con una mirada feroz.
«El país es pobre, culpa del Reino. Hay hambre, culpa del Reino. Los ciudadanos sufren de trabajos forzados, culpa del Reino. Fuertes impuestos no por el bien de los ciudadanos, sino para los militares, esto también, culpa del Reino.»
«¿….Qué quieres decir?»
«Qué conveniente, ya que si portas el eslogan de venganza por todos lados, puedes ocultar tu desgobierno y canalizar la ira de los ciudadanos hacia el Reino de Elfrieden.»
«¡Maldito! ¡Bastardo!»
«Julio-dono!»
Esta vez, Julio intentó acercarse de nuevo, pero la potente voz de Jeanne lo detuvo nuevamente. Entonces, me envió una dura mirada a mi dirección.
«Rey Souma, creo que había dicho claro que NO quiero que continúes incitándolo.»
«…Mis disculpas. Pero por nuestra parte, nos gustaría que entendiérais nuestra irritación ante la conducta de Aimdonia.»
«Eso… puedo entenderlo.»
«Gracias. De hecho, hay una sugerencia que quiero hacerte.»
Bueno, de ahora en adelante, este será la verdadera batalla, y como para indicar lo susodicho, me enfrenté a los dos.
«¿Sería aceptable que hicieras a Julio-dono abandonar la habitación?»
◇ ◇ ◇
«¿Por quién me tomas? ¿Por qué tengo que dejar en manos de otro la discusión para el regreso de la ciudad capital de nuestra nación?!»
Ante mi súbita propuesta, Julio arremetió con una expresión de enfado. Sentí que las caras enfadadas de un tipo sorprendentemente guapo eran un 50% más temibles que las de una cara normal. Si hubiera sido el yo de antes de venir a este mundo, me habría sentido abrumado por el temor y no hubiera dicho nada. Sin embargo, hasta ahora, me he encontrado con varias personas muy espeluznantes como Gaius y apostado mi vida hasta cierto punto. Por lo que este nivel de intimidación, no me supone nada, ahora.
«Eso es fácil de explicar. En primer lugar, no hay razón para discutir con Amidonia.»
«¿Por qué?»
«Lo que acabo de poner en la mesa de negociaciones era para el Imperio: «quiero que reconozcáis la posesión de Van». Y por el contrario, el Imperio tiene el punto de vista de no reconocer los cambios fronterizos debido al poder militar, por lo que han venido a negociar el «quiero el regreso de Van a Amidonia.» ¿Correcto? A ver, al fin y al cabo, ¿acaso no es la negociación solo entre el Reino y el Imperio?»
Sí, esta negociación, desde el principio, había sido entre el Reino y el Imperio. Julio no era más que un extra que se había quedado pegado por el camino. Y dado que su enemistad evitaría que las negociaciones avanzaran sin problemas, sería realmente útil que abandonara la sala. Jeanne también pareció entender esto.
«…… Julio-dono. ¿Me podrías dejar el asunto a mí?»
A lo que Julio respondió.
«¿¡Jeanne-dono!? Pero…»
«Si ambas partes se siguen enemistando, las negociaciones no irán a ninguna parte. Incluso para el Imperio; no queremos pasar demasiado tiempo mediando la guerra de otro país. Como Van volverá seguramente, quiero que me confíes las negociaciones.»
«¡Sin embargo! Entonces ¿no serían las negociaciones unilaterales?
«¿Ah, sí? ¿debería el Imperio retirarse de la negociación, para que puedas establecerla tú mismo?»
Julio quería seguir discutiendo, pero Jeanne lo calló con sus palabras.
«De ser honestos, para la situación actual, la culpa recaería en Amidonia. Te hemos ofrecido ayuda porque sois una nación miembro en la Declaración de la Humanidad, pero si nos sigues preocupándonos más que esto, entonces el Imperio tendrá que retirarse del caso.»
«Kugh…»
Como esto era algo que su último rayo de esperanza, el Imperio, había dicho, Julio no podía decir nada. Después de mostrar una expresión de angustia, respondió con voz tensa.
«Van…. Podrás devolverlo, ¿verdad?»
«Lo juro por el nombre de mi hermana, la Emperatriz del Imperio del Gran Caos Maria Euphoria.»
«….Estoy encantado de confiarte el asunto.»
Y después de que Julio dijera esto, mientras bajaba la cabeza y se movía para salir de la habitación, me miró, y solo entonces salió de la sala de audiencias. Después de verlo irse, yo y Jeanne suspiramos a la vez.
«….. Lo siento, por mi nación miembro idiota.»
«Nah, soy yo quien debería ser el que lamentara que nuestro idiota vecino os esté molestando.»
Nos miramos y nos reímos. La atmósfera seria había desaparecido, pero eso no cambiaba el hecho de que había tensión. No, mejor dicho, podría decirse que la tensión era más alta que antes. Y aunque me había enterado de esto más tarde, Liscia, que se encontraba observando a mi lado todo lo que pasaba desde el momento en que Julio estaba hasta que se fue, tenía el corazón revoloteándole rápidamente. Bueno… Tanto para el Reino de Elfrieden como para el Gran Imperio del Caos, esta negociación decidiría «lo que sucedería a partir de ahora», por lo que su nerviosismo era comprensible.
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